miércoles, 13 de marzo de 2024

El deseo viaja en tren












(Imagen ilustrativa generada por la IA de Bing.)

Del antiguo tren que llegaba a la ciudad de Oaxaca sólo quedan algunos vestigios: estaciones abandonadas o transformadas, cicatrices de las vías sobre el suelo y sobre todo, los recuerdos inmateriales de lo que significó en su momento. 

Por ejemplo, todavía a un costado del Templo de Santo Domingo de Guzmán, en la Ciudad de Oaxaca de Juárez, se pueden ver en medio de la calle 5 de mayo las señas de donde pasaban las vías del tren, como en esta foto de Google:
















En el camellón del Periférico, hasta hace un par de años, todavía se podían ver algunos rieles y vigas de acero por la parte del Mercado de Abasto, que hoy ya no están(foto de Google Street).




 

  





Un museo ocupa hoy las instalaciones de la antigua estación del tren en el Ex-Marquezado, incluso con vagones habilitados como unidades de esparcimiento.

Pero, en su momento, la introducción del tren en Oaxaca significó para la ciudad capital un empuje comercial y de servicios, un incremento de turistas y sobre todo, para aquellas épocas, algunos acontecimientos polémicos, como la llegada de varias refinadas prostitutas poblanas que causaron gran revuelo en la sociedad.

Hay que recordar que el tren se inauguró en Oaxaca en noviembre de 1892 y unos meses más tarde, llegó a la ciudad capital un contingente de prostitutas que fueron reclutadas en Puebla,

Así lo consigna el periodista Carlos Filio en su libro de crónicas "Estampas Oaxaqueñas", publicado en 1935 en Oaxaca de Juárez, y en el que documenta interesantes acontecimientos que le tocó vivir en su calidad de reportero y de ciudadano nativo.

Inicialmente se establecieron en el barrio de La Consolación, luego en la calle Hidalgo--en lo que sería después una escuela-- y finalmente, se domiciliaron en una casa del Barrio del Peñasco.

Carlos Filio describe el lugar de esta manera: "El salón de baile era una novedad de atracción nunca antes vista en la parvedad humilde de los lenocinios vergonzantes de la provincia; aquel piso de madera, limpio y terso como un espejo; los cortinajes suntuarios de puertas y ventanas; las claras lunas encerradas en gruesos marcos dorados; la sillería austríaca, alineada en las paredes empapeladas y un piano al fondo, que sonaba toda la noche un pianista, a quien las pupilas llamaban 'profesor', era algo extraordinario y de un provocador incentivo".

Dice que esta empresa del deseo tuvo un éxito rotundo entre los varones pudientes, que podían pagar esos placeres, ante la crítica inútil y despectiva de las señoras "de sociedad". 

El negocio lo administraba una mujer a la que llamaban  la Joaquina y los nombres de guerra de sus muchachas eran "Elena la Cubana", "Juana la Garrocha", "Soledad la Charrita" entre otros y que el Ayuntamiento les autorizó poder salir los días viernes al centro de la ciudad "en carroza cubierta" para realizar sus compras, pero que en realidad se iban de paseo ante las múltiples invitaciones de sus admiradores.

La novedad y modernidad en la prestación de los servicios sexuales influyó para que algunos lupanares nativos copiaran su modelo de operación, sin mucho éxito.

Por aquellos tiempos el Reglamento de Prostitución para la Ciudad de Oaxaca de Juárez determinaba que existían tres tipos de "mujeres públicas", de primera, de segunda y de tercera y aunque no especificaba de qué dependía esa clasificación, era obvio que su enfoque era socioeconómico.

A la manera de consuelo por el alto costo de esas mujeres, dice Filio que la mayoría de los varones del  pueblo reivindicó al producto sexual nativo y con tintes de poesía cierra así su crónica:

"El ferrocarril había traído mujeres suntuarias, locas, diablesas que se movían en un tinglado de música y de luz; pero como eran mujeres poseídas de la finalidad del oficio, de sus funciones por tarifa, eran groseras con su sensualidad y estaban, con ser tan sabias en las sutiles madejas del amor, despojadas del señuelo del cariño, del fingido entusiasmo del corazón rendido.

"Con las mujeres incomunicadas, espontáneas y sencillas, nos hemos quedado a la postre; con lo que da la tierra; las chinas modistas, las nitas cantarinas fragantes a agua fresca, oaxaqueñas de los barrios pintorescos, las de las tiendas de arrabal, a quienes, acodadas al mostrador mientras bebíamos la gaseosa con catalán, les planeábamos una aventura de amor intrascendente."

 Suscribo.



sábado, 10 de febrero de 2024

Cuando Juan De Dios Peza se enamoró de Oaxaca y de las oaxaqueñas














Foto: el poeta Juan De Dios Peza en su juventud. Tomada del sitio de internet:  https://archivo-olavarria.iib.unam.mx/images/proyecto/corresponsales/01JuandeDiosPeza.pdf

Juan de Dios Peza fue un intelectual mexicano que escribió historia, teatro, ensayo, biografía, crítica, memorias y narrativa.

 Se desempeñó como profesor de la Escuela Nacional de Música, diplomático representante de México en Madrid, diputado federal por el Estado de Veracruz, director de la Beneficencia pública y periodista, pero además, fue un poeta extraordinario.

Es considerado uno de los grandes poetas cantores de la patria, de la familia y del amor. Sus Cantos del Hogar, tuvieron un enorme éxito internacional y es ampliamente reconocida su colección de poemas y loas a la Patria, a sus prohombres y a momentos clave de la historia nacional.

En un excelente esbozo biográfico titulado "En torno a Juan de Dios Peza", la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México, Irma González García hace una descripción muy precisa del poeta:

"El poeta era bondadoso, amable, sencillo, modesto, de ágil ingenio y fácil palabra. Dotado del don de improvisar, su conversación resultaba atrayente y agradable. Siempre dispuesto a ayudar a los necesitados que acudían a pedirle ayuda. Sensible hasta las lágrimas por su gran corazón. De finos modales por el medio aristocrático en que se educó."(1)

Nació en la Ciudad de México el 29 de junio de 1852 y falleció en Toluca, Estado de México, el 16 de marzo de 1910 a la edad de 57 años. Su nombre completo era Juan de Dios Pedro Pablo Peza Osorio. (2)

Juan de Dios Peza visitó Oaxaca el 12 de noviembre de 1892 acompañando al presidente Porfirio Díaz para inaugurar la introducción del ferrocarril en la entidad. 

 Asistió en la comitiva de funcionarios del régimen y con representantes de la  comunidad empresarial, intelectual, artística y política del estado y del país.

La inauguración del ferrocarril en Oaxaca fue un acontecimiento emotivo por el  reencuentro del pueblo oaxaqueño con uno de sus hijos pródigos, el General Díaz, que regresaba a su patria chica  en su carácter de Presidente de la República para incentivar el desarrollo y convivir con sus paisanos.

La prensa nacional y local dio una amplia cobertura a este acto y a pesar de que el General Díaz se regresó a la capital del país el 14 de noviembre, Juan de Dios Peza y otros funcionarios se quedaron en Oaxaca para seguir encabezando los festejos que, entre otras actividades, incluían una visita a varios lugares como el Tule y Mitla.

Inspirado por la majestuosidad del árbol del Tule, el poeta citadino habría disfrutado esa maravillosa conexión con aquel ejemplar de la naturaleza y escribió el siguiente poema(3):

¡Con qué pompa a la vista 
te presentas titán 
de estas risueñas soledades!
Si sacuden tu copa las tormentas 
sollozan en las ramas las edades.
¿Qué te puedo decir?
Inspiras tanto 
que a mí me basta 
recoger tu nombre 
y darte mi mutismo
como canto 
¡Junto a un árbol así 
nada es el hombre! 

Qué fascinante debió haber sido acompañar al maestro Peza durante su recorrido por las ruinas de Mitla, ya que mientras observada esas estructuras creadas por los antepasados de los oaxaqueños, su mente y su corazón se armonizaban en el proceso creativo, que dio como resultado el poema que es considerado por la crítica literaria como un ejemplo belleza extraordinaria por su técnica y su sensibilidad artística:   

EN LAS RUINAS DE MITLA (4)

Maravillas de otra edad;
Prodigios de lo pasado;
Páginas que no ha estudiado
La indolente humanidad.
¿Por qué vuestra majestad
causa entusiasmo y pavor?
Porque de tanto esplendor
Y de tantas muertas galas,
Están batiendo las alas
Los siglos en derredor.

Muda historia de granito
Que erguida en pie te mantienes,
¿qué nos escondes? ¿Qué tienes
por otras razas escrito?
Cada inmenso monolito, 
Del arte eximio trabajo,
¿quién lo labró? ¿Quién lo trajo
a do nadie lo derriba?
Lo saben, Dios allá arriba;
La soledad aquí abajo.

Cada obelisco de pie
Me dice en muda arrogancia:
Tú eres dudas e ignorancia,
Yo soy el arte y la fe,
Semejan de lo que fue
Los muros viejos guardianes…
¡qué sacrificios! ¡qué afanes
revela lo que contemplo!
Labrado está cada templo
No por hombres, por titanes.

En nuestros tiempos ¿qué son
Los ritos, usos y leyes,
De sacerdotes y reyes
Que aquí hicieron oración?
Una hermosa tradición
Cuya antigüedad arredra;
Ruinas que viste la yedra
Y que adorna el jaramago:
¡la epopeya del estrago
escrita en versos de piedra!

Del palacio la grandeza;
Del templo la pompa extraña;
La azul y abrupta montaña
Convertida en fortaleza;
Todo respira tristeza,
Olvido, luto, orfandad;
¡aun del so l la claridad
se torna opaca y medrosa
en la puerta misteriosa
de la negra eternidad!

Despojo de lo ignorado,
Busca un trono la hoja seca
En la multitud greca
Del frontón desportillado.
Al penate derribado
La ortiga encubre y escuda;
Ya socavó mano ruda
La perdurable muralla…
Viajero: medita y calla…
¡Lo insondable nos saluda!

Sabio audaz, no inquieras nada,
Que no sabrás más que yo;
Aquí una raza vivió
Heroica y civilizada;
Extinta o degenerada,
Sin renombre y sin poder,
De su misterioso ser
Aquí el esplendor se esconde
Y aquí sólo Dios responde
¡Y dios no ha de responder!

El periodista local Carlos Filio registró con fidelidad el desarrollo de estas actividades en su libro de crónicas "Estampas Oaxaqueñas", en donde dice que el día 15 de noviembre, Juan de Dios Peza embriagado por las muestras de admiración y cariño de la comunidad oaxaqueña, improvisó un poema, del que sólo hemos podido encontrar la primera estrofa:

"Por esta tierra heroica, tan querida,
a la que Juárez grande galardona...
La amistad es el alma de la vida,
y nos da su amistad como corona."(5)

En una cena de gala Juan de Dios Peza fue rodeado por algunas bellas mujeres que sabedoras de la sensibilidad y gran capacidad creativa del poeta lo fueron  acorralando con aires seductores para que les escribiera un poema a cada una de ellas. 

El poeta se dejó a desear un poco y cuando aumentaba el número de admiradoras les solicitó rápidamente sus nombres y a vuelo de pájaro inmortalizó ese momento en quintillas de versos octosílabos(6), quedando bien con todas y demostrando su gran talento literario:

¡En Oaxaca......! ¡Por San Juan!
allí está Vasconcelos
y es verdad, con celos van
los ángeles de los cielos
que contemplándola están.

En este heroico vergel
de Juárez hay un lucero
de gracias, Pérez Raquel;
y como rosas de miel
una Rosaura Rivero.

¡María Arias! por discreta
todos la quieren allí;
¡es el sueño de un poeta!
y un ángel: Carmen Zeta,
y un astro: Amalia Sadí!

Tres luces de encanto llenas
y de hermosura sin par
con las tardes más serenas:
Luz Mariscal, Luz Arenas,
Luz Ramírez de Aguilar.

Una Aurora Figueroa
que ¡vamos! de quicio saca
no digo a un hombre, a una boa;
¡Ni aquí ni en Guanabacoa*
se tiene lo que en Oaxaca!

(*Guanabacoa es un municipio de La Habana, Cuba, que seguramente el poeta conoció por su amistad con el poeta cubano José Martí.)

Juan de Dios Peza es uno de los grandes poetas mexicanos que le cantó a la vida, al amor, a la Patria y a Oaxaca. Su obra perdura en el tiempo y constituye una de las columnas de la grandeza mexicana y de la identidad nacional.



Notas:

1. Contreras García, Irma. "En torno a Juan de Dios Peza". Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, (julio-diciembre de 1970) Disponible en internet en: http://publicaciones.iib.unam.mx/index.php/boletin/article/viewFile/102/96 

2. https://gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&p=juan+de+dios&n=peza+osorio 

3. Este poema está escrito en una placa bajo el árbol del Tule en Oaxaca, por lo que es probable que lo haya improvisado y entregado en ese momento a sus anfitriones. Hay una versión de este poema en internet: https://www.launion.com.mx/morelos/sociedad/noticias/60447-el-arbol-del-tule-el-silencio-del-tiempo.amp.html

4. Poemas de Juan De Dios Peza, disponible en internet en: http://www.los-poetas.com/l/peza1.htm

5. Filio, Carlos. "Estampas Oaxaqueñas". Edición del Autor. Oaxaca de Juárez, 1935. Pgs: 25.

6. Ibid. Pág. 79.


lunes, 15 de enero de 2024

Oaxaqueños en la fundación de Texcoco Estado de México












Ilustración: imágenes del Códice Yanhuitlán, Nochixtlán, Oaxaca.


Durante la época prehispánica Texcoco fue una de las ciudades más importantes por su población, organización, economía y cultura.

Correspondió al rey Quinatzin consolidar el poder en Texcoco y ampliar sus dominios.

En la fundación e impulso de este polo de desarrollo participaron grupos provenientes de la mixteca que se caracterizaron por contar entre sus guías con destacados tlacuilos o dibujantes sabios, que contribuyeron a registrar la historia y a enriquecer la cultura de Texcoco.

El rey Quinatzin emparentó a estos líderes mixtecos con sus descendientes y les repartió barrios.

La referencia más antigua está documentada en los escritos de Fernando de Alva Ixtlixóchitl, que es considerado un historiador que además descendía de la realeza mexica y acolhua y que gobernó Texcoco en 1612.  

En las traducciones que hizo de diversas fuentes antiguas, consignó la participación de los mixtecos en la fundación de Texcoco, principalmente en la Historia Chichimeca.

Por otro lado, estudios antropológicos han encontrado evidencias arqueológicas que permiten identificar la influencia de la pictografía mixteca de Teposcolula y Yanhuitlán en la época del reinado de Quinatzin, documentándose dicha influencia en. Chalco y Tenochtitlán.

El caso es que los antiguos tlacuilos de lo que hoy es el distrito de Nochixtlán participaron en la fundación de una de las ciudades más importantes de la época prehispánica, Texcoco, que alcanzó su esplendor bajo la guía del Rey poeta Nezahualcóyotl y que influyó también de manera importante en el desarrollo de otras culturas de la época.

Otros datos interesantes de Texcoco:

Con el ascenso de los españoles, Fray Pedro de Gante fundó en Texcoco en 1523 la primera escuela de América, a la manera como funcionaban en Europa y a finales del siglo XIX Porfirio Díaz construyó la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo, según consigna el Diccionario Enciclopédico de México de Humberto Musacchio.

Qué maravilloso motivo de satisfacción y orgullo que nuestra gente oaxaqueña haya dejado huella por sus aportaciones, desde los tiempos de los orígenes de nuestra identidad nacional.


viernes, 15 de diciembre de 2023

Los niños que robaron una iglesia


 









(Ilustración generada por Bing)


Los templos católicos de Oaxaca siempre han sido un objetivo de la delincuencia.


Además del hurto de arte sacro o documentos de valor histórico, también se han robado los accesorios de oro y plata de las representaciones de santos y vírgenes.


El caso más lamentable sucedió en enero de 1991 cuando desapareció la corona de la virgen de la Soledad, una pieza de oro de 18 kilates con incrustaciones de diamantes y rubíes que a esas fechas estaba valuada en 75 millones de pesos. 


Esa magnífica pieza de orfebrería la hicieron artesanos locales con las donaciones en especie y en efectivo de la ciudadanía y también de algunos marinos porque la Virgen de la Soledad, además de ser patrona de los oaxaqueños es también la patrona de los marinos. 


A la fecha, este robo permanece impune y poco a poco se está olvidando.


Otro acontecimiento histórico destacado del robo a una iglesia se registró en 1938 en el que es considerado el primer templo católico que fundaron los españoles cuando llegaron a Oaxaca, debido a que ahí, debajo de un guajal se realizó la primera misa en 1521 y posteriormente en 1603 se iniciaron los trabajos de la construcción de la iglesia de San Juan de Dios, que se ubica en la esquina de 20 de Noviembre y Aldama en el corazón de la capital del estado.


Este robo causó una gran sensación entre la población oaxaqueña, no sólo porque los actores fueron dos niños de 12 y 16 años, respectivamente, sino también porque puso en evidencia la corrupción de algunos policías.


En seguida recrearé los acontecimientos a partir de una breve nota de prensa publicada en el Semanario Oaxaca en México del 13 de mayo de 1938. Los nombres de las personas son reales y los hechos se asemejan mucho a como pudieron desarrollarse en aquel momento.


Todo comenzó en el mes de marzo de 1938, cuando se realizó la festividad patronal de San Juan de Dios, que generó una gran cantidad de limosnas en billetes y monedas de plata ley, además de los pagos por servicios religiosos, que guardaba en la sacristía el sacerdote titular del templo Ramón Ramírez de Aguilar.


También había más de 400 “milagros” o figuras en oro y plata que los fieles fijaban en torno a las imágenes religiosas, en agradecimiento por favores recibidos o bien, por los deseos solicitados a los santos y a las vírgenes, porque hay que recordar que esa iglesia dedicada al patrono de los enfermeros, siempre había ayudado a personas indígenas enfermas o de escasos recursos, costeándoles los servicios médicos y los medicamentos, situación que la hacía receptora de generosos donativos continuos de la población en general.


Para el 14 de abril, en la celebración del jueves santo, el tesoro había tenido un ligero incremento por los ingresos generados. 


Estas circunstancias fueron estudiadas con atención por David Díaz de 16 años y Félix Hernández, de 12 años, que ingresaban con regularidad al templo para estudiar los movimientos y planear el robo.


De este modo, en la noche del 21 de abril de 1938, antes de que cerraran el templo, David Díaz se escondió en las escaleras de caracol que suben al coro, por lo que no fue visto por el personal de la Iglesia. Por su parte, Félix Hernández se quedó afuera, en la calle, como apoyo ante cualquier eventualidad.


Félix, un niño de doce años, solitario a altas horas de la noche a las afueras del templo llamó la atención del cabo de gendarmería Juan García Torres que hacía sus rondines de vigilancia y pareciéndole extraña su actitud lo abordó y le preguntó que qué hacía ahí. Félix contestó que estaba esperando a un familiar con el que haría un viaje en tren a la ciudad de México. El gendarme García le preguntó que por qué no esperaba a su familiar en la estación del tren, pero Félix le dijo que su familiar había quedado de pasar por él frente a esa iglesia y que como no precisaba la hora, esperaría por ahí hasta que pasaran a recogerlo.


El vigilante nocturno lo dejó en paz, pero quedó insatisfecho y se daba sus vueltas con regularidad por el lugar. Félix se había puesto muy nervioso y miraba con ansiedad hacia la fachada del templo donde se escondía su amigo David. 


En el interior De la Iglesia, David se había entumido por estar escondido en cuclillas varias horas sin moverse. 


La luz de la luna llena que se filtraba por los ventanales junto con las veladoras encendidas creaban juegos de sombras gigantes y amenazadoras en las paredes del edificio. David se incorporó con sigilo y aunque su corazón palpitaba como un ruidoso tambor en medio del silencio se apresuró a desprender cada uno de los 400 “milagros” de oro y plata que se exhibían en las paredes, guardándolos en una mochila que había preparado para esa ocasión. 


De vez en cuando miraba con temor a los rostros de las imágenes religiosas y se imaginaba que le reprochaban su actitud. 


Recordó que había visto que las ofrendas y limosnas de los feligreses las ingresaban a la sacristía. Se dirigió ahí y con facilidad abrió la vieja puerta de madera, cuya añeja cerradura solo estaba engarzada por el pasador. Miró en el lugar escasos muebles y una vieja alacena de madera. 


Con ansiedad abrió los cajones sin encontrar algo de valor. Pero le llamó la atención un entrepaño cerrado con llave. En el piso encontró un candelabro oxidado al que hacía falta un portacirios, mismo que utilizó como palanca y botó la chapa. Dentro encontró una gran cantidad de billetes y monedas de oro y plata ordenadas y apiladas según su valor, por lo que sin hacer ruido guardó el dinero en la mochila. A valores actuales, más o menos el efectivo sumaba más de 700 mil pesos. 


Sudaba a mares y su corazón seguía latiendo sin freno. Se asomó al interior de la nave temiendo encontrar a alguien, pero todo estaba en total quietud. 


Las dos hileras de bancas emplazadas en orden y un olor intenso a flores e incienso le ayudaron a tranquilizarse.


Empezaba a despuntar el alba y lo invadía una necesidad imperiosa de abandonar ese lugar. De vez en cuando volteaba hacia el nicho principal de San Juan de Dios, el patrono de los enfermeros, que parecía mirarlo con compasión desde su elevado sitial.


A pesar de que el santo ya le era familiar, como un viejo amigo, al que había conocido por los días de vigilancia, David sintió escalofríos. Se imaginó que San Juan enojado podría bajar y lo reprendería con sermones, si no es que lo agarrara a bastonazos por ese sacrilegio.


David le pidió perdón y le dijo mentalmente "Señor San Juan de Dios, tu iglesia siempre ha ayudado a los enfermos, hoy me toca que me ayudes a mí, pero tú eres tan milagroso que si tú lo deseas este dinero regresará a tí de alguna manera para que sigas dándole la salud a quienes te invocan." 


Se persignó y con los nervios a flor de piel se volvió a esconder en las escaleras de caracol. No se dio cuenta en qué momento ni cuánto tiempo se quedó dormido, pero abrió los ojos sobresaltado cuando escuchó el chirriar de la enorme puerta de madera del templo que abrían dos señoras de edad avanzada y el campanero para iniciar los preparativos para la misa de siete.


Eran las 6:30 de la mañana, el campanero se dirigió a la torre para citar a misa. Una de las señoras se dirigió a la sacristía para buscar una escoba, mientras que la de mayor edad empezó a arreglar las flores en el altar.


Fue inevitable que esta señora viera descender de las escaleras del coro a David, que la saludó como si nada con un “Buenos días”. La señora le devolvió el saludo y con extrañeza contempló como se retiraba con rapidez aquel joven salido de la nada. 


Cuando Félix vio salir del templo a David sintió un gran alivio, mientras éste le enseñaba la maleta donde se guardaba el botín le gritó: “¡Rápido, hazle la parada a un taxi!”. 


Caminaron media cuadra para abordar un taxi frente al mercado 20 de Noviembre, en cuya esquina se desayunaban un tamal, el gendarme Juan García en compañía de su relevo, el policía Venancio Cruz y que previamente habían comentado sobre la actitud sospechosa del jovencito que pasó la noche afuera del templo de San Juan De Dios. Los policías observaron a los jóvenes nerviosos y mirando para todos lados cuando abordaron el taxi que dio vuelta en la calle de las Casas.


En el interior de la Iglesia, la señora que se había introducido a la sacristía en busca de la escoba se dio cuenta de que la alacena donde se guardan las limosnas estaba abierta y vacía y llamó a su compañera, que acudió de inmediato y exclamaron “¡Han robado el templo!”, luego inspeccionaron la nave principal y se percataron de que faltaban todas las piezas de oro y plata de los “milagros”.   


De inmediato informaron al padre Ramón Ramírez de Aguilar, que revisó la alacena y también notó la ausencia de los “milagros” y muy molesto les preguntó si habían  visto algo fuera de lo normal, a lo que contestó la señora de mayor edad que le pareció extraño que un joven con una maleta bajara del coro. 


Salieron corriendo a la calle y en la esquina vieron a los policías en el puesto de tamales y los abordaron y les explicaron que habían robado las limosnas y muchos "milagros" de oro y plata y que sospechaban de un jovencito que salió corriendo del templo.


Los guardianes del orden se miraron mutuamente y el policía Venancio le contestó que los sospechosos abordaron un taxi en dirección a la calle de las Casas, que no se preocupara que ahorita iban a darle alcance a los ladrones.


El gendarme Juan García recordó que el chamaco le había dicho que irían a la estación del tren, así que abordaron otro taxi y se dirigieron hacia ese lugar.


Una bocanada de humo de la máquina principal del ferrocarril junto con un silbido agudo e intenso anunciaba los preparativos de la salida de las 08:00 de la mañana rumbo a México vía la mixteca y Puebla. 


Entre el gentío y los costales, canastos, guajolotes y demás mercaderías identificaron a los jóvenes que mantenían una actitud furtiva mirando hacia todos lados y que en cuanto vieron a la policía se rindieron de inmediato.


David trataba de ocultar sin lograrlo, la maleta detrás de sí. Los policías se pararon frente a los jóvenes para evitar que huyeran.


-¿Qué llevas ahí?, preguntó el gendarme.

-Mis cosas personales de viaje, contestó David.

-¡Mis cojones, qué! A ver, dame la maleta.

Como David se resistiera, se la arrebató y la inspeccionó dando un silbido.

- ¿De dónde sacaron esto?

-Me la encontré, dijo David.

-Con que te la encontraste, ¿no? Entonces no es tuyo.

David guardó silencio.


El policía Venancio, de estatura pequeña y al que le quedaba muy grande el traje de policía, asomó sus cortos dedos fuera de la manga y dijo a los jóvenes, “los vamos a remitir a la comandancia para que sean procesados por el delito de robo y de ahí se van a la cárcel en donde les van a pasar cosas muy feas”.


El sargento entrecerró los ojos y les preguntó si tenían familia. Félix contestó que sí, pero que no vivían con ellos porque hacía meses que se habían escapado de sus casas.


“Miren mocosos--continúo el sargento--- la cárcel es un infierno del que no saldrán vivos. Pero hay una manera de evitar que los encierren, si se largan de Oaxaca y no regresan. Nosotros devolveremos lo robado porque el Presbítero ya denunció el robo y aunque se regresen estos bienes, si ustedes permanecen en Oaxaca serán detenidos y condenados a pasar el resto de su vida en prisión. Por eso mejor váyanse lejos y no regresen nunca, les estamos ofreciendo su libertad.


David preguntó: “¿Y no nos va a dar nada?”, señalando la maleta.


El sargento le espetó: “No seas cínico. ¿Cómo te vamos a dar algo que robaste y que no es tuyo? ¿Quieres que Diosito te castigue por malo? Pero a ver, yo veo que están colaborando al regresar lo robado y justo es darles su libertad y una compensación aunque mínima, pero les será suficiente para llegar a México.” De su cartera les entregó un billete de 50 pesos a cada uno. 


Sólo una cosa-enfatizó el sargento García- no regresen a Oaxaca porque no nos haremos responsables de que los encierren en la cárcel por el grave delito por el que serán acusados y no comenten nada de esto para que no se expongan. ¿Entendido?”


Los jóvenes asintieron con la cabeza con resignación pero sintiéndose libres y una vez que se alejaron los policías se sentaron a esperar la salida del tren a la capital del país, maldiciendo la aparición de esos impertinentes policías. "Hasta crees que van a devolver el dinero", comentó Félix.


Mientras regresaban al centro de la ciudad, el sargento Juan García se dirigió al policía Venancio Cruz: “Mire paisano, nuestro trabajo es muy injusto. Nosotros somos como los perros de rancho que cuando hay fiesta nos amarran y cuando hay pleito nos sueltan. Tenemos un sueldo miserable y estamos expuestos a enfrentar a criminales peligrosos, como ese par de seres malignos que se atrevieron a robar una iglesia que es tanto como robarle a Dios, pero ya acá en corto, una cosa le digo, nadie se ha dado cuenta que recuperamos el dinero. ¿Qué le parece si nos vamos a la mitad con el botín y decimos que los sospechosos se dieron a la fuga con lo robado?


El policía Venancio aceptó de inmediato: “Usted sí que sabe mi sargento. Apruebo su iniciativa”. Entonces se dirigieron a un local de comida por las calles del Ex Marquesado, en donde discretamente se repartieron el dinero y los objetos de oro y plata.


“Vea la manera de guarda eso y en una hora nos vemos con el cura de San Juan de Dios para darle nuestro pésame, ¡Ja, ja, ja!” --Dijo el Sargento


Lo que nunca supuso el gendarme Juan García Torres es que el presbítero de esa iglesia estaba tan molesto por el robo, que mientras los policías buscaban a los sospechosos, él ya se había entrevistado con el obispo, a su vez, el obispo tuvo comunicación con el gobernador, el gobernador con el presidente municipal y el presidente municipal con el capitán de la policía citadina, por lo que afuera del templo de San Juan de Dios ya se encontraban varias patrullas y el mismísimo coronel Fernando Sastré, inspector implacable de las fuerzas de seguridad en la ciudad capital, que ya había realizado una reconstrucción de hechos y que había recibido la orden del gobernador para resolver ese caso.


“Sin novedad, mi coronel. No hay rastro de los sospechosos”, dijo el gendarme García.

- ¿Sospechosos? ¿No era un adolescente nada más?, preguntó el coronel.

-Eran dos niños, contestó el policía Venancio Cruz.

-¿Dos niños? ¿Y por dónde los persiguieron? 

-Bueno, como vimos que abordaron un taxi con rumbo del Río Atoyac, suponemos que huyeron por la parte norte de la ciudad, pero no pudimos localizar nada.

-O tal vez en la estación del ferrocarril, dijo el policía Venancio.

El coronel Sastré miró con interés a los dos guardianes y les preguntó, ¿vieron por dónde se escaparon? ¿Sí o no?


El gendarme García contestó que no y al mismo tiempo el policía Venancio contestó que sí.


Una sonrisa irónica se dibujó en el rostro del coronel ante esas respuestas contradictorias que de inmediato le inspiraron  una solución rápida del aquel misterio. Así que llamó por separado a cada policía y los cuestionó. 


Después de un rato ordenó que se telegrafiara a las estaciones por donde estaría el tren que salió de la Ciudad de Oaxaca a las 08:00 de la mañana para bajar a dos niños con tales características que iban huyendo de la Ley.


Correspondió a la policía distrital de Cuicatlán coordinarse con las autoridades de Valerio Trujano para  alcanzar al tren en la estación de Tomellín, en donde los mozalbetes fueron detenidos y llevados en automóvil de regreso a la Ciudad de Oaxaca.


Al día siguiente los niños fueron interrogados por el coronel Sastré, quien escuchó toda la historia de viva voz y de inmediato se ordenó la aprehensión del sargento García y del policía Venancio, quienes regresaron el botín al Presbítero del Templo de San Juan de Dios y ambos fueron enjuiciados y denigrados en público por su mala actuación. En tanto que los niños David Díaz y Félix Hernández fueron puestos en libertad.


Apenas pisaron la calle, David le dijo a Félix, vamos a la iglesia de San Juan de Dios. Félix abrió los ojos de manera desmesurada preguntando "¿Estás loco?" pero David le dijo: tengo que agradecerle a San Juan De Dios por el milagro que no nos mandaron a la cárcel; además, él recuperó el dinero para seguir apoyando a sus enfermos y nosotros podemos trabajar para hacer dinero, acuérdate que yo conozco el oficio de la alfarería." 


Durante mucho tiempo esa noticia estuvo en boca de la comunidad oaxaqueña, como un acto  increíble y audaz de dos niños que cometieron el sacrilegio de robar a la iglesia de San Juan de Dios y al mismo tiempo evidenciar la proverbial corrupción de algunos policías.